23 diciembre 2008

Notas

Siempre es un placer ir a Madrid por estas fechas y visitar el Café de la Montaña. Hace un poco tiempo que fue remodelado, pero su nuevo dueño, hijo del antiguo solo que con unas gafas de plástico grandes, una camisetilla gris de rayas negras, pantalón-pitillo ajustado y pelo rasurado, ha logrado mantener a la clientela y las encendidas tertulias que se mantenían en el mismo. Esta es mala época para perder el tiempo y ahora todo el mundo pasa de largo a la función de las seis del Cortylandia (con lo mal que están hechos y lo pesados que son). Desde el fondo de la barra, me ve llegar para pasar mis dos o tres horas de asueto, de ritual: saca el tabaco aromático de debajo de un estante oculto a la vista del común de los mortales; prepara el café y se acerca a limpiar la mesa que llevo ocupando casi toda una vida. Me acerca el café, el cenicero y el tabaco. Yo saco la pipa, el cuadernillo y el boligrafo. Ale!! a ver la vida pasar desde el ventanal; fuera de esta pecera (o dentro, que bien no lo se) la gente codea y bracea y corre y parece que esboza algo parecido a una sonrisa. Yo, dentro, tomo notas y más notas, y más notas: sobre la Navidad, sobre un señor calvo que discute con otro; sobre dos jovenes ejecutivos de comida de empresa o sobre un tipo con cara de escocés (seguro que lo es) al que, ha sorprendido una señorita que le ha dado un abrazo gratis de los muchos que estaba repartiendo...es buena época para escribir, creo...

4 comentarios:

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Algunos de esos cafés fueron auténticas universidades. El de la Montaña era el frecuentado por Valle-Inclán ¿Verdad?

Conozco algunos que fueron poco a poco siendo engullidos por este desarrollismo apresurado que tan poco entendemos.

Abrazos, buen texto.

Tana dijo...

Conocí el Café de las flores, en París. No tomé notas, aún no las tomaba por aquel entonces pero algo de lo que vi se me quedó preso en la memoria, valdrá por ese sentimiento que no apunté en una libreta que todavía no era mía.
Me encanta Max. Dan ganas de sentarse también a la mesa -Disculpen, me permiten...? Con un carajillo de crema catalana y mis Gauloises. No sé si escribiría, pero estaría a gusto un buen rato viendo la vida pasar...
Un besazo!!

MABANA dijo...

El perderse en los pensamientos fijandose en los demas, imaginando, a poco no es de lo mas grastificante??

Mnkanta lo que dices, no conozco ese cafe, pero me imagino que tiene lo suyo, el ambiente muy propio...aquello que nunca se pierde...

saludos...

Max Estrella dijo...

El café de la Montaña,efectivamente se encontraba cerca de la Puerta del Sol,no recuerdo si en la calle Arenal...y era frecuentado por el Maestro...(ya no existe Mabana)a mi me siguen gustando ese tipo de cafés,como el Comercial,cerca de Fuencarral...
París,Lludria,tiene ese encanto de postmodernidad,de vanguardia,de decadencia chic...es un deleite siempre...tengo ganas de volver...